Jaume I el Conquistador

La vida de Jaume I el Conquistador (Montpellier, 1208 – Alzira, 1276), rey de Aragón, de Mallorca y de Valencia, conde de Barcelona y de Urgel y señor de Montpellier, hijo de Pedro II de Aragón y de María de Montpellier, está plagada de grandes episodios históricos y personales.

La forma como fue engendrado es, de por sí, un hecho rocambolesco. Su padre no mantenía relaciones con su esposa, María de Montpellier, y los caballeros del Reino, preocupados por la descendencia, tuvieron que acudir a un engaño para concebir al sucesor. Una noche cerrada, Pedro II, acude a una cita preparada con una dama. Haciéndole creer que en el lecho está la mujer a la que corteja, logran llevarlo al palacio de Mirabais, en Montpellier, introducirlo en la cama donde le esperaba su mujer y conseguir que la reina quedara encinta.

En este palacio nace el 2 de febrero de 1208 el primogénito. La reina ordenó encender doce cirios con los nombres de los apóstoles, manifestando que el que durara más daría el nombre de su hijo, lo que sucedió con Santiago Apóstol, Sant Jaume.

En 1213, con sólo cinco años, Jaume queda huérfano. Ese mismo año fallecen su padre en la batalla de Muret y su madre en Roma, amparada por el papa Inocencio III. Su reinado se inicia en 1214, protegido por los templarios en el castillo de Monzón.

El 6 de febrero de 1221 Jaume I, a los trece años, se casa en Ágreda (Soria) con Leonor, hija de Alfonso VIII de Castilla, de la que se divorciaría con posterioridad. Jaume volvería a casarse, ya con veintiséis años, en Barcelona, con la hija de Andrés II de Hungría, Violante, que fallecería en Huesca, en 1251.

En las Cortes de Tortosa de 1225 se proclamó la necesidad de emprender la reconquista contra el Islam, que se inició con el fracaso del sitio sobre Peñíscola, al no contar con la colaboración de los caballeros aragoneses.

Ante las agresiones de los piratas mallorquines musulmanes a los mercaderes de Barcelona, Tarragona y Tortosa éstos pidieron ayuda al monarca, al que en la reunión de Barcelona (diciembre de 1228) ofrecieron sus naves, mientras que los barones catalanes acordaron participar en la empresa a cambio del botín y tierras.

La conquista de Mallorca requería una minuciosa preparación dada la insularidad del territorio. El viaje desde Salou de las 150 naves, la batalla de Santa Ponsa, el largo asedio de Palma y su ocupación el 31 de diciembre de 1229, y la repoblación de la isla son los principales episodios narrados con gran colorido en el Llibre dels feyts. Las Baleares se constituyeron como un territorio más de la corona de Aragón.

En 1233, en una reunión mantenida en Alcañiz, se planifica la campaña de Valencia, que acabará desarrollándose en tres etapas: la primera dirigida a las tierras de Castellón, con la toma de Burriana y otros enclaves como Peñíscola, la segunda abarcará la zona central con la conquista de Valencia y las tierras llanas hasta el Júcar, tomando El Puig como paso previo al asedio de la capital del reino, que firmó las capitulaciones el 28 de septiembre de 1238, en cuya población entró el rey y su comitiva ese mismo 9 de octubre. La tercera etapa llega hasta los límites estipulados en el tratado de Almizra, firmado en 1244 entre Jaume I y el infante Alfonso, futuro Alfonso X el Sabio, para delimitar las áreas de reconquista de las coronas de Castilla y Aragón.

La falta de respeto por los cristianos de los pactos y capitulaciones firmados con los mudéjares llevó a la sublevación de Al-Azraq en 1247, personaje que se convertiría en una pesadilla para el monarca hasta el final de sus días.

Para resolver sus diferencias con Francia, el 11 de mayo de 1258 Jaume I firmó con Luis IX (San Luis), el tratado de Corbeil, en virtud del cual Luis IX renunció a los derechos que pretendía tener sobre el Rosellón, Conflent y Cerdaña, y a los condados catalanes (Barcelona, Urgel, Besalú, Ampurias, Gerona y Vic), y Jaume I a los derechos que le asistían sobre diversos lugares del mediodía francés.

Puede decirse que comienza ahora, en los últimos años de la vida del Conquistador, una etapa de fracasos, de decadencia: Corbeil, Tierra Santa, repartos de sus reinos y luchas internas. En 1260 murió el infante Alfonso y en 1262 el rey se vio obligado a hacer un nuevo reparto, dando a Pedro, Aragón, Cataluña y Valencia, y a Jaume las Baleares.

El espíritu de cruzada de Jaume I le llevó a emprender una expedición a Tierra Santa. El 4 de septiembre de 1269 zarpó de Barcelona una flota de 30 naves gruesas y algunas galeras, con ochocientos hombres escogidos, La empresa fue un fracaso total, pues una tempestad obligó a la flota a refugiarse en Aigües-Mortes, cerca de Montpellier, donde desembarcó el rey, que regresó por tierra a Cataluña, olvidándose de la empresa.

En 1274 asistió al concilio de Lyon reunido por Gregorio X en su deseo de ser coronado por el Papa, pero éste le exigió a cambio la ratificación del feudo y tributo que Pedro II había ofrecido dar a la Iglesia, por lo que no hubo acuerdo.

En los años setenta asistimos a una auténtica guerra civil, cuando el rey se ve presionado por los partidarios del primogénito, el infante Pedro, y por los rebeldes encabezados por el bastardo Fernández de Castro, que acaba muriendo en manos del infante en 1275.

Ese mismo año afronta otra sublevación de los mudéjares valencianos y Jaume I viene en persona a sofocar la revuelta. Las tropas son derrotadas por los moros en Llutxent  en junio de 1276, ante la impotencia del monarca que, por su estado de salud, decide permanecer en Xàtiva. Su hijo Pedro acude en auxilio del padre y aplasta la rebelión.

Instalado en Alzira y el rey afronta su final. Abdica en favor su hijo y firma las últimas disposiciones. El 27 de julio de 1276, Jaume I fallece en esta ciudad, camino de Valencia.

Su legado se repartió entre sus hijos: Pedro que recibió Aragón, Valencia y el condado de Barcelona, y Jaime, que recibió Mallorca, los condados de Rosellón y Cerdaña y el señorío de Montpellier.

Jaume I fue un rey de gran carácter y una fuerte personalidad. Es descrito en los anales como un personaje de considerable estatura, de cabello rubio y de presencia caballeresca, blanco de cutis y de pelo rubio, hermosos dientes y finas y largas manos.

Entre sus cualidades morales sobresalían su generosidad y su fidelidad a la palabra empeñada. Religiosidad y belicosidad se entremezclan en su personalidad, fruto de su crianza y educación entre los templarios, de forma que considera su espíritu cristiano al servicio armado de la cristiandad, plasmado en la lucha contra el Islam. En su vida y sus empresas vemos también la fe, el providencialismo y la devoción mariana, como testimonian las numerosas mezquitas transformadas en templos cristianos y consagrados a María.

Su valentía y orgullo también forman parte de su personalidad, visible en el episodio de sacarse él personalmente la saeta que le atravesó el hueso del cráneo; el orgullo de su familia, conservado hasta su vejez; su sensibilidad, visible en el episodio de la golondrina que anidó en su tienda, las lágrimas derramadas al conquistar Valencia y tantos episodios, que no son incompatibles con la crueldad, como cortarle la lengua al obispo de Gerona.

Fue un gran creyente y un gran pecador, además de mujeriego, ya que sus últimos amores corresponden a las vísperas de su muerte. Monarca longevo, falleció tras sesenta y tres de reinado, que coincide con la época del apogeo medieval.

Una vida de intensos amores y amplia descendencia.

Jaume I tuvo un primer hijo, el infante Alfonso, fruto de su primer matrimonio con Leonor de Castilla, que desde el primer momento se erigió en sucesor de la Corona.

Del matrimonio con Violante de Hungría nacieron cuatro hijos y cinco hijas: Pedro, que le sucedió en Aragón, Cataluña y Valencia; Jaime, que reinaría en Mallorca; Fernando, que murió en vida del padre, y Sancho, abad de Valladolid y arzobispo de Toledo, que falleció prisionero de los moros granadinos.

Las hijas fueron: Violante, casada con Alfonso X de Castilla; Constanza, casada con el infante castellano don Manuel, hermano de Alfonso X; Sancha, que murió como peregrina en Tierra Santa; María, que fue religiosa, e Isabel, casada con Felipe III de Francia.

Jaume I mantuvo varias relaciones amorosas e hijos ilegítimos. De la relación con Blanca de Antillón nació Fernando Sánchez de Castro. De la que mantuvo con Berenguela Fernández, nació Pedro Fernández de Híjar. Con Teresa Gil de Vidaure tuvo a Jaime de Jérica y Pedro de Ayerbe, mientras que con Berenguela Alfonso no tuvo descendencia.

Para más información: Rutas Jaume I

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